Sobre recetas químico-alquímicas: el oro mosaico

En el último número del año 2024 de la revista Ambix, editada por The Society for the History of Alchemy and Chemistry, figura un artículo de Rafael Marqués García, del Departamento de Filología Clásica de la universidad de Murcia, en el que recoge sus investigaciones acerca del origen del pigmento denominado oro mosaico, sulfuro de estaño (IV) de un color amarillo dorado, cuyo empleo en la ilustración de manuscritos se ha acreditado a partir de las postrimerías del siglo XIII. Las recetas más antiguas conocidas hasta la fecha para la elaboración de este pigmento son de mediados del siglo XIV.

Sin embargo, el Dr. Marqués ha identificado por primera vez dos recetas anteriores. La más antigua figura en el tratado alquímico De anima, un tratado latino traducido por un autor castellano de un original árabe que se ha perdido compuesto en esta última lengua entre mediados del siglo XI y mediados del XIII. De anima gozó de gran popularidad entre los alquimistas latinos, entre los que destaca Roger Bacon (c. 1219- c. 1292). La segunda receta aparece en el tratado alquímico griego conocido como Anónimo de Zuretti, elaborado en el sur de Italia a comienzos del siglo XIV. Esta obra recopila en lengua griega obras alquímicas pertenecientes a diversos periodos y tradiciones, siendo en su mayor parte una puesta al día de los avances más significativos experimentados por la alquimia medieval desde el siglo XII, más concretamente desde que se tradujo del árabe al latín la primera obra alquímica en el año 1144. El artículo discute el origen del procedimiento, que consiste en la sublimación de una mezcla de estaño, mercurio, azufre y cloruro de amonio, cuyo descubrimiento sitúa en la península ibérica entre los siglos XI y XIII, quizás a partir de De anima, bien en su versión original árabe, o después de ser traducido al latín. Es decir, pudo ser fruto de experimentación realizada en el seno de la cultura islámica, o de los tempranos trabajos emprendidos por algún desconocido alquimista de cultura cristiana.

Igualmente interesante es su investigación sobre el nombre del pigmento, concluyendo que el nombre con el que con frecuencia se le conoce, aurum musivum, es un error de copista, siendo su nombre original aurum musicum, es decir, oro musical. El autor sugiere que el calificativo de musical puede provenir del hecho conocido de que una lámina de estaño emite un sonido característico, conocido como el «grito del estaño», cuando se dobla. Esa característica sonora del estaño habría sido utilizada para nombrar el pigmento obtenido a partir de él. Sin embargo, durante la lectura de su artículo he recordado que en el tratado medieval titulado Sobre artes diversas, de Theophilo, en la receta de elaboración del cinabrio artificial, es decir, el sulfuro de mercurio rojo, mediante sublimación de una mezcla de azufre y mercurio, se afirma que se escucha un claro sonido proveniente del la vasija de reacción, indicándose que el proceso se completa cuando cesa el fenómeno sonoro. Dada la similitud entre los ingredientes y el proceso de elaboración de ambas sustancias, el oro mosaico y el cinabrio artificial, cabría preguntarse si durante la sublimación del primero también se emite un sonido. Y, ya que nos encontramos en un contexto alquímico, como no recordar aquí la secuencia sonora de la última Gran Cocción que Eugène Canseliet describe en La alquimia explicada sobre sus textos clásicos.

El Dr. Marqués finaliza su artículo señalando que la continua publicación de textos y manuscritos alquímicos ayuda a comprender mejor la contribución de las recetas alquímicas al avance del conocimiento científico y técnico. Señala, además, la reciente puesta en marcha de proyectos interdisciplinares financiados por la Unión Europea, como AlchemEast y DURARE, que sirven de punto de encuentro entre historiadores, filólogos, arqueólogos, químicos e historiadores de la ciencia y de la alquimia, que están produciendo avances significativos en ese terreno.

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